13.1.09

Esperanza

"Érase una vez Lorena, una chica muy dulce, inteligente y linda, que tenía muy dentro de si una enorme cantidad de cariño y amor para dar.

Ella sabía que era una persona especial, como pocas en el mundo, por lo que deseaba encontrar a ese alguien especial a quien entregarle todos esos sentimientos tan lindos que llevaba por dentro.

Muchas veces lo intentó, siempre de la misma forma: conocía a un chico que le parecía interesante y digno de sus emociones, pero cuando más feliz se sentía ella entregándole todo su querer, el chico se iba, dejándola sola, hecha pedazos por dentro y convertida en un mar de lágrimas.

Tantas veces le sucedió lo mismo, que eventualmente empezó a cuestionar sus sentimientos y a ella misma, preguntándose cosas como: ¿será que en realidad mis sentimientos no son tan lindos como yo pienso? ¿Es que no merezco tener a alguien que me haga feliz? ¿Me quedaré esperando toda la vida?

Así, hasta que un día sentía que ya no podía más y que quizás la mejor salida era darse por vencida con el amor… con la vida…

Amaneció el día gris, con cara de lluvia y sin el cantar de los pájaros para animarla… salió de casa, a dar, como ella misma lo pensó, “la última vuelta de su vida”…

Caminaba ella por las calles de su ciudad, con la cabeza baja, lo más baja que se pueda mantener al caminar, sin notar nada de lo que sucedía a su alrededor, por momentos sentía gotas cayendo sobre ella, pero nunca reventaba a llover y lo único que mojaba por completo su rostro eran sus lágrimas…

Así se le pasó casi todo el día, ya estaba oscuro y empezaban a aparecer las estrellas en el cielo, cuando tropezó con alguien… se detuvo y sin subir la mirada dijo:

• Disculpe.

En ese mismo instante, sintió como una mano tomaba su rostro y la alzaba poco a poco, con una delicadeza que jamás había sentido y una voz le dijo:

• Me llamo Alejandro. Nunca camines con la mirada clavada en el piso, así evitas que la gente pueda ver tu hermoso rostro.

Al oír estas palabras, Lorena sentía como su corazón se inundaba con una calidez mágica, una calidez como jamás había sentido en su vida, y le pareció que sus ojos que estaban rojos de tanto llorar dejaban de estarlo e incluso no le ardían… y sintió como la otra mano de Alejandro tomaba una de sus manos mientras le decía:

• ¿Sabes algo?... Eres la persona más hermosa que he conocido jamás… y siento que seré muy feliz a tu lado.

Palabras que dibujaron en ambos las sonrisas más enormes de felicidad que pueden existir…

Y se acercaron…

Y se abrazaron…

Y era un abrazo tan lindo, tan hermoso, tan puro y con tanto sentimiento, que brillaban, brillaban de un modo impresionante…

Y estando abrazados ambos sentían como sus cuerpos se elevaban, no sabían como, pero sabían que estaba sucediendo…

Y es que se elevaron, y subieron mucho, llegando a lo más alto del cielo, porque su cariño era tanto, que el único sitio capaz de contener algo que brilla con tal intensidad es el cielo mismo…

Y se convirtieron en una estrella… una estrella para recordarle al resto del mundo que la felicidad existe, que si se encuentra y que el único requisito para encontrarla es no darse por vencido y nunca bajar la mirada."

Autor: Yo
Solo porque merece ser recordada en un día como hoy.

2 comentarios:

Ayna dijo...

Ehmmm...tenías razón...sonrío, de nuevo sonrío.
"Nunca bajar la mirada",esa frase sigue abriéndome un agujero enorme en el estomago cada vez que la leo. Ya sabes lo que pienso de esta historia. Gracias por ser Alejandro para esta Lorena ficcional jajaja ;)

Anónimo dijo...

Hola.
Me gusta mucho como escribes, y sinceramente ese texto pese a ser muy sencillo tiene muchos detalles que enfocan la vida misma.
Yo me siento como Lorena, pero mi historia se queda hasta que sale a caminar sola, quizás no espero enamorarme de alguién... Sino de la vida.
Saludos, Sara Emmanuelle ♪


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