Ejercicio narrativo a partir de este dibujo (de Dayana Villa) y de una palabra elegida al azar en el diccionario ("centesimal"). |
El último de los árboles centesimales permanecía inmóvil, como buen
ejemplar de su especie, bajo el sol del desierto africano. Sabía que su destino
era la muerte, muy a pesar del mínimo hilo de agua que corría a escasos metros
de sus raíces. Sí, la madre naturaleza es así de cruel.
Un año de sequía. Sobrevivió más que los otros 98 por algo que siempre le
pareció terrible: era de menor tamaño; esto resultó de provecho, vivió a la
sombra de los más grandes. Vivió más. Pero ya no había protección. Ahora sólo su
fuerza de voluntad lo mantenía allí, esperando una milagrosa crecida del río o
que llegaran las nubes que saciarían su sed en nombre de los caídos. Lo que
sucediera primero.
Una noche el cielo empezó a revolverse a lo lejos; por la mañana
resultaba imposible ver la luz a través del plomo que cubría todo. El hilo
transformado en arroyo. La lluvia hizo presencia y con ella el dolor: gotas
gruesas que rompían sus débiles ramas. Aguacero. El arroyo devino en torrente
desbocado. El último de los centesimales pudo saciar su sed mientras caía
despedazado y era arrastrado por el agua que tanto deseó. Sí, la madre
naturaleza es así de cruel.